Como un poema carente de sensibilidad, como una caricia ausente de sentimientos, hay días de días en los que provoca ser el elemento más inerte de una manada de piedras. Subes y bajas te acostumbras a caer, te acostumbras a vencer y a sentirte ganador; pero luego puedes caer tan frágilmente del león más poderoso a una infame mosca llena de basura.
De los días de días, de las horas en que prefieres no existir y pensar que todo podría ser mejor y te conformas con palabras confortantes que tú mismo sabes que no tienen sentido. De los días en que te entregas completamente para ver como te despedazan en la tan nombrada selva de cemente, donde nadie tiene poder, mientras que existan las ganas de ser feliz -ese es un tema que prefiero no nombrar-.
Hay días de tristezas nocturnas y donde la lluvia hace estragos en tu mente absurda, tan estúpida como la depresión de la que eres preso, como si tuvieras que ser esclavo de un sufrimiento que no conoces, o que si conoces pero prefieres arriesgarte. A veces es mejor conocerse a si mismo y bajar las pretensiones, a veces es mejor que te rías de las estupideces que te pasan, a veces es mejor que seas un cómico critico de tu vida, que más se parece a un circo barato que hace escala momentánea en una mente profanada.
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